El río del olvido de Paula Bombara
Nahuel, triste porque Eleodoro no aparecía, fue a visitar a su abuela. Fue para contarle cuánto extrañaba a su elefante amarillo; sentía, bien adentro de sí, que ella tendría mucho para decir al respecto. La abuela lo escuchó en silencio y, luego, lo miró por
encima de sus anteojos. Cuando lo miraba así, Nahuel se acordaba de que su abuela había sido maestra.
Se miraron un ratito, ojo a ojo, y se formó un puente secreto entre ellos, un puente en donde se podía hablar de cualquier cosa.
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